Por: Mauricio Garnier. 11 noviembre, 2017
Las empresas son las personas que la conforman y la cultura que las une.
Por eso vale preguntarse: ¿es la rotación de personal el peor de los males que afecta a las empresas dado que el talento es el verdadero diferencial entre una y otra? Que alguien bueno deje una compañía es caro y engorroso, y es un mal negocio para todos (menos para las empresas de reclutamiento).
Entonces, con tal de no perder talento, comienzan a aparecer vicios y malas prácticas que no son buenas para ninguna de las partes.
La primera es la contraoferta. “Alguien te quiere más, entonces yo te voy a querer tanto como esa empresa”. Esto es totalmente contradictorio. A la gente debemos valorarla según su aporte, y ser justos con ella y con la compañía en términos de su capacidad real de remuneración porque si no, hasta la misma organización puede resentir el reajuste.
La segunda es no saber dejar ir a alguien. Esto pasa mucho y es de los peores daños que se le puede hacer a un profesional, y de nuevo, a la empresa. Las personas tienen ciclos y es iluso pensar que una persona siempre aportará lo mismo o se sentirá igual de retada y motivada dentro de un mismo departamento o compañía. Además, quién no está cómodo termina siendo nocivo para la motivación y ambiente general de la empresa.
La tercera y peor son las estrategias de “retención” de personal. No tengo nada en contra de las estrategias, pero si en contra de la palabra “retención”. Esta palabra no puede usarse como parte de una solución, menos si se relaciona con obstruir, bloquear u obligar. He llegado al extremo de asociarla al secuestro: uno no puede estar obligado o a la fuerza en una relación de dos.
Hay que replantear la palabra: ¿qué tal si aplicamos estrategias de “cultivo”, “felicidad”, o “crecimiento” del talento? Es un enfoque completamente nuevo. Se plantea ser proactivo y no reactivo y le da otro sentido a cualquier acción que hagamos para fortalecer el salario emocional o los beneficios de los colaboradores.
Todas las acciones, desde el teletrabajo, el Uber y las galletas, hasta el Día de Mascotas, toman otro significado. Trabajar para la felicidad de la persona, y no como chantaje u obstáculo para que no se marche.
Pero todas esas posibles acciones deben ser coherentes e inherentes a la cultura de la empresa.
Por eso, hay que retar la premisa que dice que “las personas son el activo más importante de cualquier empresa”. Recuerde que los activos se deprecian y el talento bueno más bien siempre debe apreciarse.